Cuentos motores


El cuento motor:  La caza de los cavernícolas.
1ª Fase  de animación
Somos cavernícolas del clan del pequeño Mamut. Llevamos la cara pintada.
1. Puesta en escena: estamos en el patio, sentados en círculo. Ahora tenemos una nueva identidad, somos cavernícolas y éste es nuestro nuevo campamento, porque somos nómadas, la comida se terminó y hemos llegado hasta aquí: hemos caminado por desiertos, escalado montañas y nadado ríos. Hacemos sonidos llevándonos la mano a la boca, nos pintamos unas rayas en la cara, nos ponemos una cinta en el pelo y cantamos una sencilla canción cavernícola ( Ani kuni ) mientras movemos los brazos: “Nos gusta reír, nos gusta cantar y bailar, pero lo que más nos gusta es cazar al Mamut”. Tardamos 3 minutos en realizar esta fase.

2ª Fase: Principal

Una mañana muy temprano, un grupo de cavernícolas se fueron de caza. Y antes de partir, todos en el clan bailó la danza de  Caza (Ani Kuni), que era una danza para tener buena suerte.
2. En el mismo círculo, bailaremos la danza  –imitan los movimientos del guía– (2 minutos). 
Los Cavernícolas prepararon sus lanzas y sus ondas, cogieron sus armas y formando una fila india  hasta llegar al bosque.
3. Nos levantamos, preparamos las lanzas por medio de gestos y en fila imitaremos el movimiento. (2 minutos).
Tomaron el camino de la derecha, iban rodeando los árboles y escuchando atentamente los ruidos que llegaban a sus oídos.
4. El bosque estará formado por conos y picas. Rodear árboles equivaldrá a rodear picas con gestos de escuchar atentamente cualquier ruido del bosque. Mantener una actitud vigilante, escondiéndonos entre los árboles, para que no nos oigan (3 minutos).
Poco después llegaron a una zona montañosa. Subieron una montaña, luego otra hasta llegar a un río.
5. Las montañas podrán ser sillas y bancos colocados estratégicamente para poder trepar. También pueden utilizarse los toboganes de plástico (3 minutos).
Varios troncos les estaban esperando. Se subieron a ellos y todos se pusieron a remar: dos golpes a un lado y dos al otro. Pronto llegaron a las verdes praderas y echaron su cuerpo a tierra para que los animales no les vieran. Avanzaron arrastrándose durante un rato hasta que llegaron a una cueva.
6. A continuación estará el río con sus canoas: aros pequeños colocados en fila. Se sentarán en el espacio interior de los aros y remarán –pueden ser también bancos suecos o colchonetas–. Una alfombra o colchoneta delimitará el espacio destinado a las verdes praderas. Los niños reptarán sobre ella (5 minutos).
Parecía la guarida de un Mamut, entraron con sus armas en la mano preparados, pero no vieron ningún Mamut dentro.
7. La cueva estará elaborada con varias mesas, tapadas con una tela. A un lado quedará una abertura para entrar y salir. Entrará un grupo de exploradores que llevarán un distintivo (2 minutos). 
No consiguieron cazar nada en todo el día así que decidieron volver andando al poblado. 
8. Finalizar el circuito andando y regresar al centro donde está el poblado para bailar de nuevo la danza  (1 minuto).

3ª Fase: Vuelta a la calma
Al llegar allí volvieron a bailar de nuevo la danza. Seguro que así tendrían más suerte al día siguiente.
9. Hacemos un círculo, comentamos las incidencias de la aventura. El jefe del clan propone bailar de nuevo la danza; siempre trae buena suerte (2 minutos). 
Después, al llegar de noche, nos metemos en nuestros cueva y dormimos alrededor del fuego.
10. Tumbados en el suelo, los papeles de periódico serán nuestros sacos de dormir. Después nos dormimos alrededor del fuego –papeles y bloques– (2 minutos).


Los Juegos infantiles de Pieter Brueghel
A partir de este cuento de motivación, escrito por Remedios Torres,  hemos organizado una serie de rincones de juego y dividido la clase en grupos para que practiquen jugando con todos los juguetes a modo de ginkana. En cada localidad hemos jugado a juegos diferentes y una vez hemos terminado nuestra sesión hemos pintado un trozo del cuadro de Pieter Brueghel “Juegos infantiles” con temperas, sobre tela.


 CUENTO: EL PUEBLO DE LOS NIÑOS Y NIÑAS TRISTES.

Hace mucho tiempo de esta historia, tanto, tanto que el mundo estaba muy cambiado. No había aparatos para escuchar música, ni videoconsolas,  ni televisores, ni videoconsolas, ni ordenadores, ni lavadoras, ni frigoríficos, ni trenes, ni aviones, ni coches, ni motos, ni bicicletas. Barcos sí había, sin motor a vela;  pero eran muy lentos comparados con los que hoy tenemos.
Los niños y niñas se consideraban personas mayores que tenían que ayudar en casa, bien en el campo, en la cocina, lavando en el río, o cuidando a los hermanos y hermanas menores.
Pues bien, en el pequeño pueblo donde transcurre nuestra historia los niños y niñas no se aburrían. Ni mucho menos. Porque jugaban sin parar en los pocos ratos libres que tenían,  tras realizar todas las tareas y trabajos que sus padres ordenaban.
Pero un día en el pueblo de Brueghel un niño llamado Jan  dijo:
-      Ya está bien de ser esclavos y esclavas. Siempre trabajando sin parar.
-      “Niños y niñas a jugar, a jugar, no vayas a parar”- contestó una niña que tenía muchas ganas de jugar. Se llamaba María y era hermana de Jan.
-      Sí, vamos a reunir a todos los niños y niñas del pueblo para que se rebelen  ante la injusticia de tanto trabajar sin parar. ¡Ya está bien! ¡Que somos niños y niñas! ¡Ya creceremos!  -dijo Vincent, que era primo de Jan y María.
-      ¿Y qué vamos a hacer para que se enteren todos los niños y niñas del pueblo? –preguntó Anna, que era hermana de Vincent.
-      Muy fácil. Diremos que es el Día de los Niños y que tenemos que ir al centro del pueblo solamente para jugar. Ese día no trabajaremos ni en el campo, ni en la casa. –Respondió Jan.
Y el día señalado se llenó la plaza con 250 niños y niñas. ¡Qué algarabía y gritos de felicidad! Se reían y jugaban a todos los juegos posibles: a la gallinita ciega, a los balancines con toneles de vino, a los aros, a bailar el trompo o peonza, a tocar la flauta, a mover la cinta, a subirse en las rampas, a los caballitos, al sillón de la reina.
Y mientras tanto en las casas los padres y madres estaban asombrados.
No os he dicho que en ese pueblo vivía un gran pintor, al que le gustaban mucho los paisajes y las personas. Así que el Día de la Infancia salió al campo para pintar paisajes, pero cuando vio a tantos niños y niñas jugando pensó: -Hoy no voy a ir al campo, sino que pintaré la plaza del pueblo porque está preciosa, con esas risas, esos juegos, esa felicidad…
Y empezó a pintar sin parar durante mucho tiempo hasta que el cuadro estuvo acabado. Y Pieter Brueghel, el pintor, estaba muy contento con su obra: -las personas que vean mi cuadro pensarán que los niños y niñas necesitan jugar y aprender en la escuela.
Y desde entonces los pequeños y pequeñas siempre jugaban cuando salían de la escuela.  

         (Remedios Torres: Juegos infantiles en un cuadro de Brueghel)


Cuento motriz: Dragonín comemiedos. 

Durante este curso escolar estamos trabajando las emociones en nuestro PLF. Para esta ocasión y con motivo de la celebración del Día de los Santos, en psicomotricidad hemos contado un cuento motórico y hemos jugado con el dragón comemiedos.

DRAGONÍN COMEMIEDOS

Hace mucho, mucho tiempo, en el Planeta que vivimos, vivían también  los dragones.

Los había de todos los tamaños  grandes y pequeños y de todos los colores.
Algunos expulsaban fuego por la nariz, otros volaban,  a otros les gustaba girar y bailar, algunos solo correr a otros saltar
También había dragones caprichosos. El protagonista de esta historia era uno de ellos. Era amarillo, pequeño y revoltoso. Se llamaba  Dragonín.


- Quiero volar hasta la montaña más alta. 

- Quiero nadar en el lago más grande.
- Quiero subir al árbol más alto.
- Quiero rodar por la colina más empinada. 

Ya veis era muy caprichoso.
Una noche al pequeño dragón amarillo le entró un hambre feroz. 
 Los demás dragones le dijeron:
- ¿nos vamos a comer insectos al río?
- No quiero insectos, me apetece algo más suculento. 
- ¿Y si nos llevamos algunos tomates del huerto?
- No quiero tomates, me apetece algo diferente.
- ¿Arañas? ¿Piñones? ¿Gusanos rebozadas en barro? ¿Uvas dulces? ¿Flores bañadas en miel? ¿Abejas con salsa de calabaza?

Pero nada de eso le apetecía, se había cansado de comer siempre lo mismo. 


- No lo entendéis, ¡quiero comer algo distinto! Quiero comer…


Y entonces vio a un niño. Los demás dragones se asustaron.  ¿No querrás comerte un niño?, si son muy indigestos. El niño estaba asustado, tenía mucho miedo, temblaba y no se movía. Dragonín lo señaló con el dedo y exclamó. 


- Ahí está, ¡eso es lo que me quiero comer!


Los dragones miraron  hacia donde su amigo señalaba y no veían nada, ¡Quiero comerme eso que tiene el niño!


- ¿El miedo? ¿Cómo vas a comerte el miedo? ¡Te has vuelto loco!


Pero Dragonín ya volaba en dirección al niño, relamiéndose de gusto ante la idea de llevarse a la boca aquel apetitoso manjar. Poco le importaba  comerse el miedo
Así que Dragonín siguió volando y antes de que se diera cuenta estaba frente al niño que temblaba y lloraba. Era mucho más difícil de lo que pensaba: tardaría bastante en devorarlo. Pero como tenía un hambre feroz, el pequeño dragón amarillo comenzó a comer y a comer y a comer… empezó por el pelo y llegó hasta la punta del pie.


Y a medida que pasaba el tiempo, todos los dragones se dieron cuenta con asombro de que el miedo del niño ¡estaba desapareciendo!

- ¡Ay qué ver lo sabroso que estaba! ¡Riquísimo!

Todos los días, Dragonín se comía el miedo de algún niño,  Pero ahora los niños ya no temblaban, ni lloraban. Le llevaban los miedos para que Dragonín se convirtiera en un dragón grande y bueno  y a él le salía una escama nueva. Poco a poco su cuerpo amarillo se fue cubriendo con ellas y se convirtió en el dragón comemiedos.
                                                                        

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