Dragón comemiedos on PhotoPeach
Cuento motriz: Dragonín comemiedos.
Durante este curso escolar estamos trabajando las emociones en nuestro PLF. Para esta ocasión y con motivo de la celebración del Día de los Santos, en psicomotricidad hemos contado un cuento motórico y hemos jugado con el dragón comemiedos.
DRAGONÍN COMEMIEDOS
Hace mucho, mucho tiempo, en el Planeta que vivimos, vivían también los dragones.
Los había de todos los tamaños grandes y pequeños y de todos los colores.
Los había de todos los tamaños grandes y pequeños y de todos los colores.
Algunos expulsaban fuego por la nariz, otros volaban, a otros les gustaba girar y bailar, algunos solo correr a otros saltar
También había dragones caprichosos. El protagonista de esta historia era uno de ellos. Era amarillo, pequeño y revoltoso. Se llamaba Dragonín.
- Quiero volar hasta la montaña más alta.
- Quiero nadar en el lago más grande.
- Quiero subir al árbol más alto.
- Quiero rodar por la colina más empinada.
Ya veis era muy caprichoso.
También había dragones caprichosos. El protagonista de esta historia era uno de ellos. Era amarillo, pequeño y revoltoso. Se llamaba Dragonín.
- Quiero volar hasta la montaña más alta.
- Quiero nadar en el lago más grande.
- Quiero subir al árbol más alto.
- Quiero rodar por la colina más empinada.
Ya veis era muy caprichoso.
Una noche al pequeño dragón amarillo le entró un hambre feroz.
Los demás dragones le dijeron:
- ¿nos vamos a comer insectos al río?
- No quiero insectos, me apetece algo más suculento.
- ¿Y si nos llevamos algunos tomates del huerto?
- No quiero tomates, me apetece algo diferente.
- ¿Arañas? ¿Piñones? ¿Gusanos rebozadas en barro? ¿Uvas dulces? ¿Flores bañadas en miel? ¿Abejas con salsa de calabaza?
Pero nada de eso le apetecía, se había cansado de comer siempre lo mismo.
- No lo entendéis, ¡quiero comer algo distinto! Quiero comer…
Y entonces vio a un niño. Los demás dragones se asustaron. ¿No querrás comerte un niño?, si son muy indigestos. El niño estaba asustado, tenía mucho miedo, temblaba y no se movía. Dragonín lo señaló con el dedo y exclamó.
- Ahí está, ¡eso es lo que me quiero comer!
Los dragones miraron hacia donde su amigo señalaba y no veían nada, ¡Quiero comerme eso que tiene el niño!
- ¿El miedo? ¿Cómo vas a comerte el miedo? ¡Te has vuelto loco!
Pero Dragonín ya volaba en dirección al niño, relamiéndose de gusto ante la idea de llevarse a la boca aquel apetitoso manjar. Poco le importaba comerse el miedo
Así que Dragonín siguió volando y antes de que se diera cuenta estaba frente al niño que temblaba y lloraba. Era mucho más difícil de lo que pensaba: tardaría bastante en devorarlo. Pero como tenía un hambre feroz, el pequeño dragón amarillo comenzó a comer y a comer y a comer… empezó por el pelo y llegó hasta la punta del pie.
Y a medida que pasaba el tiempo, todos los dragones se dieron cuenta con asombro de que el miedo del niño ¡estaba desapareciendo!
- ¡Ay qué ver lo sabroso que estaba! ¡Riquísimo!
Todos los días, Dragonín se comía el miedo de algún niño, Pero ahora los niños ya no temblaban, ni lloraban. Le llevaban los miedos para que Dragonín se convirtiera en un dragón grande y bueno y a él le salía una escama nueva. Poco a poco su cuerpo amarillo se fue cubriendo con ellas y se convirtió en el dragón comemiedos.
Los demás dragones le dijeron:
- ¿nos vamos a comer insectos al río?
- No quiero insectos, me apetece algo más suculento.
- ¿Y si nos llevamos algunos tomates del huerto?
- No quiero tomates, me apetece algo diferente.
- ¿Arañas? ¿Piñones? ¿Gusanos rebozadas en barro? ¿Uvas dulces? ¿Flores bañadas en miel? ¿Abejas con salsa de calabaza?
Pero nada de eso le apetecía, se había cansado de comer siempre lo mismo.
- No lo entendéis, ¡quiero comer algo distinto! Quiero comer…
Y entonces vio a un niño. Los demás dragones se asustaron. ¿No querrás comerte un niño?, si son muy indigestos. El niño estaba asustado, tenía mucho miedo, temblaba y no se movía. Dragonín lo señaló con el dedo y exclamó.
- Ahí está, ¡eso es lo que me quiero comer!
Los dragones miraron hacia donde su amigo señalaba y no veían nada, ¡Quiero comerme eso que tiene el niño!
- ¿El miedo? ¿Cómo vas a comerte el miedo? ¡Te has vuelto loco!
Pero Dragonín ya volaba en dirección al niño, relamiéndose de gusto ante la idea de llevarse a la boca aquel apetitoso manjar. Poco le importaba comerse el miedo
Así que Dragonín siguió volando y antes de que se diera cuenta estaba frente al niño que temblaba y lloraba. Era mucho más difícil de lo que pensaba: tardaría bastante en devorarlo. Pero como tenía un hambre feroz, el pequeño dragón amarillo comenzó a comer y a comer y a comer… empezó por el pelo y llegó hasta la punta del pie.
Y a medida que pasaba el tiempo, todos los dragones se dieron cuenta con asombro de que el miedo del niño ¡estaba desapareciendo!
- ¡Ay qué ver lo sabroso que estaba! ¡Riquísimo!
Todos los días, Dragonín se comía el miedo de algún niño, Pero ahora los niños ya no temblaban, ni lloraban. Le llevaban los miedos para que Dragonín se convirtiera en un dragón grande y bueno y a él le salía una escama nueva. Poco a poco su cuerpo amarillo se fue cubriendo con ellas y se convirtió en el dragón comemiedos.
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